Durante la etapa virreinal, España
mantuvo un férreo monopolio con sus colonias americanas, impidiendo el
libre comercio con Inglaterra, beneficiaria de una extensa producción
manufacturera en plena revolución industrial.
La condena a la
intermediación perpetua por parte de España encarecía los intercambios
comerciales y sofocaba el crecimiento de las colonias.
La escasez de
autoridades españolas y la necesidad de reemplazar al régimen
monopólico, sumado a las convulsiones que se vivían Europa tras la
invasión napoleónica, llevaron a un grupo destacado de la población
criolla a impulsar un movimientorevolucionario.
Para febrero de 1810 casi toda España se encontraba en
manos de los franceses. Un Consejo de Regencia gobernaba la península
en nombre de Fernando VII, prisionero de Napoleón.
El 13 de mayo de
1810 llegaron a Buenos Aires las noticias de la caída de la Junta
Central de Sevilla, último bastión del poder español.
La autoridad que había designado al virrey Baltasar
Hidalgo de Cisneros había, por tanto, caducado y la propia autoridad
del virrey se encontraba cuestionada.
Pronto Cisneros debió ceder a las
presiones de las milicias criollas y de un grupo de jóvenes
revolucionarios y convocó a un Cabildo Abierto para el 22 de mayo de
1810.
El Cabildo, dominado por españoles, burló la voluntad popular y
estableció una junta de gobierno presidida por el propio Cisneros.
Esto
provocó la reacción de las milicias y el pueblo.
Cornelio Saavedra y
Juan José Castelli obtuvieron la renuncia del ex virrey.
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