Hay
enfermedades que no
tienen una somatización física, sino psicológica y
cuyo
dolor es difícil de cuantificar. Incluso, dicen los expertos,
aquellos que padecen afecciones psíquicas, tienen problemas para que
su entorno los entienda: solo
el que ha pasado por ello es capaz de empatizar.
Una
de esas llamadas 'dolencias
del alma', es la depresión. El
1 de octubre está marcado en el calendario como el Día
Europeo de la Depresión y,
desde el laboratorio farmacológico Lundbeck, nos dan algunas claves
para saber cómo
detectarla y poder poner remedio.
El
síntoma
más obvio de que estamos ante una depresión es la tristeza
patológica, la
pérdida de interés o placer en casi todas las cosas y una
disminución de la vitalidad, pero tiene otras formas de
manifestación que nos indican que estamos en un estadio más
avanzado o que requerimos una mayor ayuda.
A
menudo afloran en la persona que la padece pensamientos
negativos, de culpa, que llevan, incluso, a plantearse la posibilidad
del suicidio. Esto
se debe a una pérdida de confianza en uno mismo que conlleva ese
deseo de 'dejar de ser una carga' para los que nos rodean.
También
puede provocar ciertos síntomas cognitivos: falta
de concentración, problemas a la hora de tomar decisiones e,
incluso, podemos tener dificultades
para encontrar las palabras y expresarnos de
manera adecuada.
Un
error es el de asociar, de manera automática, la
tristeza o la melancolía a
la palabra depresión. Solo
si esta persiste durante un periodo prolongado, estaremos
ante una situación que requerira de ayuda médica.
Estos
son algunos de los síntomas que nos harán detectar que estamos en
un proceso depresivo. Una enfermedad que, según el estudio realizado
por la OCDE, cuesta
aproximadamente un 4% del PIB a los países de la UE.
Unos
costes que se deducen, en su gran mayoría, de la pérdida de
productividad de las empresas por esos déficit cognitivos a los que
aludíamos. Según la OMS, la depresión es la
mayor causa de discapacidad laboral en el mundo en
el rango de población comprendido entre los 15 y los 54 años.
Detectar
una depresión a tiempo puede
significar no tener que padecerla de manera crónica.