Innumerables
estudios han demostrado que las mujeres rurales desempeñan un papel
decisivo en la lucha contra el hambre, la malnutrición y la pobreza.
Son
agricultoras, criadoras, empresarias y educadoras, y con sus
cuidados y asistencia son capaces de contribuir a la seguridad
alimentaria y al crecimiento económico en los entornos más remotos
y vulnerables del mundo.
A
pesar de la enorme responsabilidad que asumen, las mujeres rurales
carecen de acceso igualitario a las oportunidades y a los recursos,
lo cual dificulta su progreso y por ende el de todas las personas. Se
podría sacar de la pobreza a más de 100 millones de personas si las
mujeres rurales tuvieran el mismo acceso que los hombres a los
recursos productivos, según la Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura. La productividad de las
explotaciones agrícolas a cargo de mujeres aumentaría hasta un 30%.
El número de personas hambrientas se reduciría hasta un 17%, lo
cual redundaría en mejoras para no menos de 150 millones de
personas. Los beneficios se propagarían aún más al obtener los
hijos de esas mujeres un mejor acceso a los servicios de salud,
educación y nutrición.
Sabemos
cómo lograr esos objetivos: invirtiendo en las mujeres rurales;
eliminando la discriminación de que son objeto en la legislación y
en la práctica; asegurando que las políticas respondan a sus
necesidades; brindándoles acceso en pie de igualdad a los recursos y
proporcionándoles una función que desempeñar en la adopción de
decisiones.
Fuente: ONU