El dogma de la Inmaculada Concepción, también conocido como
Purísima Concepción, es una creencia del catolicismo que sostiene que María,
madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada
por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción,
estuvo libre de todo pecado.
No debe
confundirse esta doctrina con la de la maternidad virginal de María, que
sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón y que María
permaneció virgen antes, durante y después del embarazo.
Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada
Concepción, la Iglesia Católica contempla la posición especial de María por ser
madre de Cristo, y sostiene que Dios preservó a María libre de todo pecado y,
aún más, libre de toda mancha o efecto del pecado original, que había de
transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en
atención a que iba a ser la madre de Jesús, que es también Dios.
La doctrina
reafirma con la expresión "llena eres de gracia" (Gratia Plena) contenida
en el saludo del arcángel Gabriel y
recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por
la gracia de Dios.