Con su experiencia y olfato de buen policía, aquella mañana detectó que algo sucedía en el local de Kevingston en la calle Chacabuco 361, y no dudó un segundo, se enfrentó a la pareja de delincuentes, que luego de forcejear con él, le dispararon cobardemente cuatro tiros por la espalda con su propia arma, quitándole la vida en ese mismo instante.
Desde ese día los sanisidrenses nos sentimos menos seguros. Ya no lo encontramos a la vuelta de la esquina con su sonrisa contenedora, que nos hacía sentir que nada nos podía pasar mientras él estuviera rondando el barrio.
Los delincuentes fueron detenidos y condenados a cadena perpetua, pero nada nos devuelve su presencia.
La calle Chacabuco cambió su nombre en ese tramo que va del 300 al 400 por el de "Pasaje Capitán Aldo Roberto Garrido" y una escultura hecha con el bronce de miles de llaves de los corazones de los vecinos sanisidrenses, nos recuerda su estimada figura en las esquina de Belgrano y Pasaje Garrido.
Fuente: Recorriendo San Isidro